Año 2036: el éxito del Bosque Urbano de Málaga
Jose María Romero
Publicado originariamente en Publicado Málaga hoy, 28/noviembre/2016
Al amanecer, algunos madrugadores que viven junto al bosque urbano bajan y se dan unas carreras. Poco después aparecen otros vecinos que cruzan el parque de paso para sus trabajos fuera del barrio. A continuación, empieza a llegar gente de otros lugares que cruza el bosque para trabajar en la zona. Poco después de que esta gente salga del parque pasa otra sin ninguna prisa. A media mañana llegan las madres y los críos, y más gente que pasea. Antes de mediodía se van las madres y los niños, pero la población del parque sigue variando gracias a los trabajadores que almuerzan allí y a los que vienen de otros sitios a los restaurantes de los alrededores. Por la tarde, vuelven las madres y los críos, la gente se queda allí un rato y, en cierto momento, se les une la chiquillería de las escuelas. Al final de la tarde han desaparecido las madres, pero por el bosque pasan los empleados y trabajadores de camino a sus casas; primero los que se van y luego los que vuelven. Algunos de estos últimos se quedan un rato. Desde esa hora hasta la media noche el parque alberga a jóvenes y otros que se han citado, que van a cenar a los lugares próximos, que viven en los alrededores o que vienen simplemente por la agradable combinación de naturaleza, animación, tranquilidad y descanso. Durante todo el día, también hay ancianos desperdigados, con todo el tiempo del mundo, algunos indigentes y ociosos no identificados.
Hace veinte años se desarrolló en Málaga una controversia ciudadana que ahora, al recordarla 20 años después, puede ser difícil de entender. En el presente -año de 2036-, la vecindad de la zona más poblada de la ciudad disfruta de unas condiciones excepcionales gracias al atractivo bosque urbano de más de 18 hectáreas de vegetación mediterránea exuberante creado justo en el mismo lugar donde antes existían unos peligrosos depósitos de combustible (Repsol). Ahora parece mentira que entonces –año 2016-, existiesen gentes, profesionales, colegios profesionales, universidad y partidos políticos que no se diesen cuenta de las increíbles realidades que se han abierto con el paso del tiempo. Y que por ello, no sólo no apoyasen el proyecto BUM –aquellos que tenían una visión más torpe-, sino que dejasen hacer a los estuvieron en su contra –los que malintencionadamente perseguían sus propios intereses especulativos-.
Pero las cosas cambiaron. Los acontecimientos se sucedieron con rapidez y gran parte de la ciudadanía se movilizó apoyando una iniciativa urbana que realmente luchaba contra el cambio climático y a favor de la biodiversidad, buscaba alternativas a las energías fósiles, promovía la lucha contra la desigualdad social en la ciudad, y fomentaba por primera vez la participación a la escala de toda la ciudad.
Ahora el BUM es reconocido en todo el territorio nacional, y sus principales promotores y vecindad son invitados a exponer la experiencia urbana incluso en las ciudades donde el cuidado del medio ambiente hace mucho tiempo que constituye una prioridad en sus políticas urbanas y territoriales (por fin un proyecto de Málaga es un ejemplo de buen hacer para el mundo civilizado).
Con esta actitud, la vecindad se animó más todavía con el proyecto de su bosque. Se dio cuenta de que podía ella misma gestionar el desarrollo de las obras, que por otra parte no eran muy costosas. Se planearon poco a poco, con sistemas constructivos y materiales casi elementales -ejemplo de sostenibilidad de verdad-, y con una mano de obra de gente de la zona sin trabajo. Esto provocó que se fuese formando alrededor un grupo de vecinos y vecinas grande que iba siendo cada vez más consciente de la importancia de la iniciativa y del proyecto que estaban ayudando a levantar. La calidad de vida ambiental y social ha mejorado ampliamente, lo que ha permitido que las viviendas, comercios y bares y restaurantes previamente existentes en el entorno estén muy solicitados.
En el antiguo solar, el BUM se enriquece con la vitalidad de unos huertos urbanos muy concurridos y útiles; unos pequeños viveros con invernaderos para mantenimiento del bosque; unas reducidas salas de reuniones donde se explica la experiencia a quienes vienen de fuera; y todos aquellos mínimos servicios necesarios para el buen funcionamiento de una instalación urbana de este tipo, todo ello gestionado por la propia vecindad. Incluso un grupo de apicultores cuida un conjunto de panales colocado en lugar estratégico.
El frondoso bosque se ha extendido por las calles de alrededor, contagiando de una nueva vitalidad biológica un amplio entorno que llega hasta el mar, y se conecta con los montes que rodean la ciudad de Málaga. Esta red verde a su vez va recreando lugares que permiten que la ciudadanía se apropie de sitios que antes se consideraban peligrosos y sucios, promoviendo nuevas asociaciones vecinales y culturales muy activas relacionadas con el medio urbano y la naturaleza.
La pregunta increíble que nos hacemos ahora es: ¿había en 2016 arquitectos y urbanistas realmente incapaces de defender esta excepcional propuesta nacida de la gente, aunque no fuese pensada por ellos?