Los adentros del Cubidou
Elena Vozmediano
Publicado originariamente en El Cultural, 8/ abril/ 2015
La experiencia de la sede del Pompidou en Metz, que no es una franquicia pagada sino una “extensión” (antena, dicen ellos), ha sido satisfactoria en muchos sentidos pero su financiación resultó muy complicada. Por otra parte, como otros muchos museos importantes europeos y americanos, el Pompidou comprobó que la fórmula de las exposiciones temporales para generar ingresos no siempre funcionaba y que un error de cálculo puede suponer gravosas pérdidas. También en sintonía con otras grandes colecciones, abrió una línea de negocio consistente en la exportación de exposiciones temporales, que se demostró igualmente incierta. (En España recalaron algunas, como Noches eléctricas en LABoral o Retratos. Obras maestras del Centre Pompidou en la Fundación Mapfre). Así que Seban empezó a experimentar con un nuevo modelo de sucursales temporales, pequeños museos pop-up.
Primero, entre 2011 y 2013, fueron los Pompidou mobiles en estructuras efímeras (carpas modulares con una superficie de 1.000 m2), que fueron una buena opción mientras se contó con la inversión de una serie de mecenas privados y con la subvención del Ministerio de Cultura de 1,5 millones de euros. Chaumont, Cambrai, Boulogne-sur-Mer, Libourne, Havre y Aubagne pagaron cada uno al Pompidou 200.000 euros, una tercera parte del coste del desembarco en la gira. En las carpas, los habitantes de estas seis ciudades pequeñas pudieron admirar gratuitamente un pequeño conjunto de unas quince obras. Algunos lo llamaron Circo Baubourg. Y, en esas ciudades, diversos responsables de instituciones culturales se quejaron amargamente de las cuantiosas inversiones en un evento efímero y con tan poca sustancia, que equivalían a la mitad de todo su presupuesto anual, como ocurrió en el FRAC de Haute-Normandie.
En los primeros meses de 2013 Seban vio que ya que no era rentable continuar con el tour y buscó en el exterior socios con más presupuesto. El primer paso fue llevar un Pompidou móvil a Arabia Saudí; la carpa se instaló en la sede de la petrolera Aramco en Dhahran, de acuerdo con el nuevo propósito de circulación de obras hacia entornos “alternativos” como monumentos, universidades o incluso centros comerciales. Pero el Presidente ya estaba negociando con Málaga el segundo paso, un Pompidou provisoir con envoltorio sólido. La narración oficial de los hechos pretende que las conversaciones comenzaron en 2008, durante un partido de fútbol, y sin duda el Alcalde malagueño Francisco de la Torre sugirió entonces la idea a Seban. Pero me da la impresión de que éste se la tomó en serio bastante más tarde, cuando empezó a cuajar su “receta” (término que él emplea) de museos provisionales. El programa electoral de Francisco de la Torre anunciaba ya en 2011 la creación de un “Museo de museos” que se ubicaría en los cines Astoria, en la Plaza de la Merced. Quería reunir allí obras de importantes pinacotecas, como el Louvre y el Hermitage. Ignoro si llegó a negociar con esos museos pero sí sabemos que naufragaron sus planes para llevar a Málaga una sede del Prado y un Caixaforum, así como el traslado al Cubo del Museo Berrocal (afortunadamente) o la conversión de este espacio en un muestrario de pinturas murales de Sol Lewitt. Vista la facilidad con la que el alcalde da publicidad a sus ocurrencias dudo que hubiese sido capaz de mantener en secreto las conversaciones con el Pompidou. Deduzco, por tanto, que ha sido algo mucho más improvisado de lo que se ha querido hacer creer.
Lamento ser aguafiestas pero mucho me temo que la posibilidad de prorrogar el contrato inicial durante otros cinco años es muy remota. El plan del Pompidou, mientras el nuevo Presidente no diga lo contrario, es tener abiertos simultáneamente a lo sumo cuatro museos provisionales, lo que aseguraría un caudal de ingresos estable. Ya está preparando, para 2016, el segundo provisional, que, como los que se abran a partir de ahora, tendrán una caducidad de cuatro años: será seguramente en Shanghai o Hong Kong. A continuación, a principios de 2017, se instalará uno en Francia, quizá en Libourne o Cambrai (sin tarifa de “alquiler”). Estudia además posibles “deslocalizaciones” en Corea del Sur, Argentina, Estados Unidos (una Universidad en Chicago, se ha dicho), Brasil e India. En una entrevista reciente, Seban decía que “existe la posibilidad de crear una red mundial, con tres Centres Pompidou provisionales a la vez, pero no podremos cubrir el mundo de centros provisionales. (…) En otras declaraciones, abundaba: “la experiencia de Málaga permitirá determinar cuántos podemos tener al mismo tiempo, sin duda tres, quizá cuatro. La idea es poder detener progresivamente las exposiciones hors les murs concebidas por el Centro, que aportan unos 3,5 millones por año”; de éstas dijo también que “tienen cada vez menos interés, son caras de producir y exigen un número considerable de visitantes en poco tiempo para ser rentables”.
A juzgar por su web, el Pompidou-nodriza, el Centre Pompidou Málaga no era más que una de esas exposiciones “fuera del recinto del centro”, aunque más prolongada. Para encontrar allí alguna referencia a la sede malagueña había que ir a la sección Agenda y luego a la pestaña Hors les murs, donde se encontraba una pequeña nota con un enlace a una información algo más amplia que, por su formato, equiparaba el nuevo museo con una exposición temporal (en Les oeuvres tienen el listado completo de las seleccionadas, con miniaturas ampliables). Y realmente no era mucho más. Piensen que la citada exposición de retratos en la Fundación Mapfre contó con 80 obras y aquí se trajeron 90. Esta “muestra” se mantendría durante dos años, un plazo que cualquier museo consideraría excesivo, pero Málaga contaba con la renovación del público a través del turismo y con el atractivo de las exposiciones temporales para el visitante local.
El Pompidou posee la segunda colección de arte más grande del mundo, después del MoMA de Nueva York, con unas 100.000 piezas. La mayoría están, lógicamente, en los almacenes. Cuando se presentó el proyecto, el Alcalde dijo que la selección de obras para la colección permanente sería una propuesta consensuada por un comisario del Pompidou y José María Luna, actual director de la Agencia Pública para la gestión de la Casa Natal de Pablo Ruiz Picasso y otros Equipamientos Museísticos, con supervisión de Brigitte Léal, directora adjunta del Museo de Arte Moderno del Centro Georges Pompidou de París y experta en Picasso. Pero no ha sido así. En un artículo de Pablo Bujalance, en Málaga Hoy, se afirmaba que la intención del Pompidou era mostrar obras de artistas emergentes del Mediterráneo, pero De la Torre quería vanguardias históricas, el núcleo del museo francés. Finalmente Léal firmó en solitario el comisariado, que incluía obras de las vanguardias pero también arte más reciente.
Antes de entrar: el Cubo es más pequeño de lo que parece en las fotografías y la elegancia arquitectónica exterior e interior, que la tiene, queda afeada por la intervención simplona de Daniel Buren que, por cierto, habrá que restaurar muy en breve porque ya se ve sucia. Pero el reclamo visual funciona en el entorno abigarrado del muelle. El crucerista encontrará el Pompidou casi a pie de pasarela, lo que facilitará que elija visitarlo en su breve permanencia en tierra. El folleto que se entrega al visitante le sugiere dos recorridos: uno de 45 minutos “para lo esencial” (colección permanente) y una hora y media “para ir más lejos” (permanente, temporal y proyección o conferencia; obviamente no daría tiempo). No sé si la afluencia será la que el Ayuntamiento espera. El miércoles de Semana Santa, menos de una semana después de su inauguración, no había cola cuando yo entré sobre las 10:00, pero sí una pequeña fila para sacar la entrada (9 euros la combinada, más caro que el Museo Reina Sofía) cuando salí a eso de las 12:30, atravesando la tienda con merchandising íntegramente francés.