La Ciudad suplantada. Percepciones sobre los nuevos imaginarios (turísticos) de la ciudad de Valencia

Beatriz Santamarina Campos

Texto completo en PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. Vol. 12, nº 4. Valencia, 2014
El ansiado turismo urbano ha provocado la activación de bienes patrimoniales para el consumo exclusivo de los visitantes, produciéndose una dualidad entre los de fuera (consumidores de mercancías) y los de dentro (usuarios y usufructuarios de bienes y servicios).
En un corto periodo de tiempo, Valencia se ha hecho con complejos monumentales y con un considerable parque museístico; con eventos y competiciones de elite ampliamente difundidos en los mass media internacionales; ha crecido en número de plazas hoteleras, de pernoctaciones y de visitantes; ha multiplicado la publicación de sus guías turísticas y sus ediciones en diferentes idiomas y ha conseguido entrar en la exclusiva lista de la Lonely Planet. Viéndolo de este modo, ¿Por qué se pone en duda el modelo? ¿Por qué los ciudadanos vierten críticas sobre el mismo? Probablemente, porque esta forma de mirar a Valencia es engañosa y sólo responde a los intereses de unos pocos que aún siguen blandiendo la bandera del éxito ¿Cuál ha sido el alcance de esta política urbanística centrada en la atracción del mercado turístico y financiero? Nuestros informantes los han desgranado con acierto y podrían resumirse en tres puntos.

En primer lugar, los complejos y eventos han situado al ayuntamiento y la Generalitat Valenciana al borde de la quiebra. Según los datos publicados por el Banco de España, en el 2013, es la comunidad más endeudada en porcentaje. La falta de planificación y la gestión privada de los fondos públicos ha llevado a poner en jaque el sistema de bienestar. El paradigma de la New Urban Policy1
en el caso valenciano deja un panorama desolador: las arcas vacías para cubrir necesidades básicas, proyectos inacabados por falta de liquidez2 y eventos cancelados por su nula rentabilidad2. Pero, además, esa falta de planificación hace que muchos de los museos o edificios proyectados sean viables. Hasta el punto que esa política de los contenedores turísticos ha convertido obras emblemáticas en escenarios privados. Piénsese en la nueva utilización del Palau de les Arts como recinto para celebrar bodas. O en el peor de los casos la enorme inversión pública se pierde por la falta de previsión o por la inutilidad de las instalaciones (política de contenedores)4. En el caso valenciano, la espectacularización de la ciudad ha sido paralela a su precarización. Ambas, espectacularización y precarización, son caras de una misma moneda de la Valencia vacía del siglo XXI. El pretendido imán de la CAC (Ciudad de las Artes y las Ciencias), y de los eventos que allí se han ubicando, muestran que la rentabilidad económica y social nunca ha existido.

En segundo lugar, el mito del turismo como generador de una riqueza sin límites, temporales y espaciales, se ha diluido. Si bien es cierto que el número de turistas se han incrementado, de forma considerable en la ciudad y muy por encima de la media del resto de ciudades europeas, también es cierto que no han reportado los beneficios que se esperaban (generación de mano de obra, atracción de capitales y, en general, riqueza). Por otro lado, el hecho de focalizar todo la atención en la promoción de la CAC ha desactivado otros recursos turísticos. El efecto crowding out en los museos, por el monopolio ejercido por la CAC, fue pronto señalado sin mucho éxito. El resultado es que han quedado fuera de la promoción de la ciudad siendo un potencial recurso estratégico para el turismo. Del mismo modo este desplazamiento también se ha producido con los recursos patrimoniales históricos de la ciudad (Catedral, Basílica de la Virgen, Lonja, Albufera, Museo de Bellas Artes, Mercado Central, Mercado de Colón, antigua universidad, Torres de Serranos, Torres de Quart, Miquelet, Santa Catalina, etcétera) que si bien aparecen en la propaganda de la ciudad lo hacen de forma muy secundaria o complementaria. El discurso hegemónico ha conseguido que los ciudadanos se identifiquen, en parte, con el nuevo imaginario propuesto, mutando las representaciones que se tenían de la vieja capital del Turia, pero al mismo tiempo los ciudadanos reclaman sus señas de identidad propias. En este sentido, “Valencia es ya hoy una ciudad turística para sus propios habitantes y esta dualidad cotidiana —dialéctica entre recursos emblemáticos de siempre e identitarios por una parte, y de hoy, grandilocuentes y volumétricos por otra—, repercute en la construcción de su personalidad y en la escasa plasmación de esta en sus marcas”5. Hasta el punto que la identidad empieza “a resentirse de esta mercantilización tan parcial como indiscriminada”. Además, el modelo turístico implantado no sólo ignora el potencial cultural, sino que da la espalda al conocimiento y a la gobernanza. En palabras de Rausell, “hoy Valencia es una ciudad cuya emergencia se ha construido a partir de atributos culturales pero que han quedado diluidos en un magma más amplio relacionado con el ocio, los eventos deportivos, la calidad de vida, el buen clima, etc.…Valencia ha conseguido, con notable éxito, posicionarse en aquella dimensión de la ciudad que tiene que ver con la diversión, la recreación, sin embargo éste mismo éxito le ha llevado a renunciar a la ciudad culta y a prestar poca atención ni por la ciudad del conocimiento ni por la gobernanza como atributo”6.

Y, en tercer lugar, el ansiado turismo urbano ha provocado la activación de bienes patrimoniales para el consumo exclusivo de los visitantes, produciéndose una dualidad entre los de fuera (consumidores de mercancías) y los de dentro (usuarios y usufructuarios de bienes y servicios). La asignación de funciones especializadas dentro de la ciudad provoca segregación y fragmentación y margina propuestas integradoras. De esta manera, al articularse los espacios urbanos bajo lógicas mercantilizadas se acentúan las distancias y las desigualdades sociales. Hablaríamos entonces, siguiendo la propuesta de algunos autores, de una Valencia dual.

En suma, como venimos apuntando, la CAC —el icono por excelencia de la mutación hipermoderna de Valencia— representa un nuevo modelo, cada vez más extendido, de activación patrimonial que tiene que ver con la terciarización de la economía y la trivialización e imposición de modelos de consumo. Paradigma que transfigura a las ciudades en objetos (parques o circos temáticos), poniéndolas al servicio de un tipo de cliente exigente (turista‑visa) lo que derivaría en nuevos modelos de construcción (imposición) identitaria. De tal forma que se produciría un claro movimiento: del “nosotros de los otros”, activado por los efectos directos del turismo, estaríamos tendiendo en la actualidad a una escenificación estereotipada y obligado de un “vosotros para nosotros”. Lejos queda ya de la activación clásica del patrimonio decimonónico que impulsó el “nosotros del nosotros” para la legitimación de su proyecto político nacionalista. Ahora el mercado y las nuevas formas de demanda y consumo patrimonial construyen nuevas topografías globalizadas. En ese desplazamiento la especulación, la espectacularización y la teatralización de las formas patrimoniales se entremezclan en el juego glocalizado de mediaciones mediatizadas. Sin duda, la política urbanística neoliberal deja un futuro incierto y el turismo de contenedores un espejismo roto. Las posmetrópolis, en términos de Soja7, deben reformularse a partir de criterios ecosociales que devuelvan los lugares a los ciudadanos y que permitan la reformulación de un turismo sostenible para todos. En realidad, como hemos podido ir viendo, ésta ha sido la demanda formulado en todos los grupos analizados.

 


1 Nuevo modelo de urbanismo neoliberal que se resume en una sencilla fórmula: proyectos arquitectónicos+eventos+promoción.
2 Solo por dar un ejemplo pensemos en la cubierta inacabada del Ágora dentro del complejo de la CAC.
3 La Formula 1 de los caballos (Global Champions Tour), el Premio de Europa de Formula 1 o MTV Winter Festival.
4 El Ágora vuelve a ser un buen ejemplo, sólo se utiliza para el Open 500 de tenis y para la semana de la moda (Valencia Fashion Week). O el circuito construido de Fórmula 1 ha sido abandonado lo que ha provocado un saqueo de sus instalaciones. En este sentido, una noticia de prensa era elocuente con este titular “del glamour al vandalismo” (AS, 27 de enero 2013).
5 Puche, Maika y Obiol, Emilio (2011) “Procesos de ‘re‑imageneering’ turístico: el eclipse de la identidad local de Valencia”.
6 RAUSELL, P. (2010): “València desde la huerta al ocio”.
7 Soja, Edward W. (2008) Postmetrópolis: Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones.

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