El invisible movimiento de la ciudad

Kike España

«Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal y como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro».
Walter Benjamin, Tesis VI, 1940.

Cualquiera que caminara en 2018 por el centro de Málaga quedaría fascinado por los espectaculares cambios sufridos por la ciudad desde el cambio de milenio: peatonalización de las calles, inauguración de numerosos museos, apertura de nuevas cafeterías y restaurantes modernos, muchas terrazas y azoteas en las que tomarse algo y un sin fin de extraños nuevos negocios (lavanderías, cupcakes, segways, consignas…). Compañías como AirBnb consiguieron adueñarse, a través de los deseos de pequeños enriquecimientos particulares y grandes acumulaciones privadas, de la vivienda y convertirla en un gran hotel global, eso sí, sin recepción, servicios o cualquier otro añadido costoso. Esta gran privatización global transformó el derecho a la vivienda en una especie de sueño imposible que no tiene cabida en la era de la mercantilización de todos los aspectos de nuestra vida. El siguiente paso fueron las azoteas, los balcones, las terrazas y cualquier otra experiencia en cualquier rincón polvoriento: todo es mercantilizable. Es una viscosidad deslumbrante que lo inunda todo, que se adhiere a todo. Se basa en la producción de tu propia satisfacción, es decir, en el consumo (de ti mismo); en que nos consumimos. Tu vida (y tus derechos) es un producto más. Lo que no era tan fácil de ver, nunca lo fue, es que bajo este espectáculo superficial está la vida; invisibilizada, despreciada, subyugada. Aquí está el verdadero el conflicto, ayer invisible.

¿Éramos conscientes de todo lo que habíamos perdido, de todo lo que se quedaba fuera? ¿Era este el sueño de la ciudad moderna? ¿Con esto nos conformamos? Justo en el punto de culminación de la estrategia global de expropiación, simbólicamente anunciada por Cs (marca blanca de las inmobiliarias) pidiendo declarar el centro de la ciudad zona no residencial, es decir, no más ciudad, una especie de engendro entre parque de atracciones y mega centro comercial. Nos acabábamos de dar cuenta de que todos esos cambios anunciados desde lo verde, lo ciudadano, lo smart, no eran para nosotros (los que lo pagamos) sino una treta para atraer más “visitantes” y engañarnos, es decir, para sus clientes (para el negocio de unos pocos). Ellos pagan más, “es el mercado amigo”, nosotros sobramos. Una estafa, de trileros, de las que juegan con engatusarte con tu deseo de ganar (mucho y rápido), de que es posible el idilio mágico de una ciudad de película (de cartón piedra). A los que se oponen siempre se les verá como los cascarrabias, los que no son capaces de aceptar el inevitable progreso de la ciudad contemporánea. Una poderosa fuerza que no se para, que no espera a nadie. Aquí está el verdadero conflicto, siempre en juego.

Esa poderosa fuerza es la que arrasa con lo diferente, es la que provocó una subida del alquiler del 200% en el centro, es decir, la expulsión de sus habitantes; el cierre de librerías, panaderías, comercios locales de todo tipo, y todo sustituido por las industrias del turismo, ellas mandan. Sobra todo lo que no sea rentable para ellos: la democracia, la libertad de expresión, la libertad artística (y su sostenimiento), los lugares de encuentro, la naturaleza, el patrimonio, los derechos laborales, los libros, el arte local, el cuidado, la política, la diferencia, la tolerancia, la complejidad, la libertad de soñar que queremos hacer y cómo mejorar nuestras vidas. Sobra, en definitiva, la idea de ciudad. Sobra nuestro derecho a la ciudad. El giro de la venta a la renta de los poderes inmobiliarios fue la segunda burbuja con consecuencias devastadoras que nadie quería ver pero que también explotó, afectando a las vidas más vulnerables, ante esto, los desahucios no solo los para hoy la PAH sino también los Sindicatos de Inquilinas. Movimiento fundamental de reconquista y reorganización de las luchas por el derecho a la vivienda.

Ciudad inteligente, verde, creativa, participativa y un sin fin más de apósitos que no hacen más que disimular su profundo trasfondo de ‘expropiación por desposesión’, de ‘destrucción creativa’ de nuestras vidas, es decir, al servicio de unos pocos. No se trata tanto de comprender qué es la ciudad, sino de transformarla. El espacio, la ciudad, es una producción social, el escenario de nuestras vidas, el lugar en el que se producen y reproducen nuestros sueños y la posibilidad de transformar la sociedad. Por todo esto surgió en mayo de 2018 el movimiento #MálagaNoSeVende que fue capaz de ver el escenario de crisis global permanente y alertar de la dureza de la segunda burbuja y que los limitados intentos (algunos muy valiosos, otros demasiado tibios) institucionales no son suficientes para frenar el verdadero conflicto que se produce en las ciudades.

Bajo la idea compartida de que las ciudades #NoSeVenden12M impulsada por numerosos movimientos en muchas ciudades se fue capaz de articular estrategias y contrapoderes efectivos para combatir de forma radical el estado de sitio neoliberal de las ciudades. Desde los conflictos y contradicciones de la ciudad neoliberal y sus consecuencias en la vida de las personas que la habitan es desde donde emergen los valiosos centros sociales, plataformas, nuevas formas de sindicalismo social, colectivos y las múltiples desobediencias menores que cooperan y se articulan para construir una
ciudad más democrática, abierta y vivible. El peligro siempre está presente hoy, ayer y mañana, así como las luchas mantienen su viveza «como confianza, coraje, humor, astucia y denuedo, y surten efecto retroactivamente en la lejanía de los tiempos»1.

La ciudad es movimiento, fiesta perpetua, un proceso de impugnación que constantemente produce y reproduce la pregunta sobre cómo queremos vivir. Instituir otras formas de vida y revolucionarla, depende de la potencia que despleguemos en momentos de condensación y, sobretodo, de la capacidad que tengamos para expandir lo que significa nuestro día a día. La Comuna de París de 1871, los Mayos del 68, el 15M, 8M, 12M y un sin fin de protestas, retumban y resuenan cada vez que se active una resistencia por reinventar la ciudad y su cuidado. En cada instante de peligro es donde relumbran los recuerdos de los que podemos apoderarnos para transformar el invisible movimiento de la ciudad.


1 Walter Benjamin, Tesis IV, 1940.

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